Camboya
Agosto 2024
Este destino surgió ya que, al llevar un tiempo recorriendo Europa, además de la pandemia que nos había obligado a reducir las salidas al extranjero, nos apetecía hacer un viaje a un lugar lejano y con diferente cultura a la nuestra.
Cuando estuvimos en Vietnam, no nos acercamos a Camboya puesto que pensamos que sería mejor conocer Vietnam lo más a fondo posible y regresar en un futuro a descubrir su país vecino. Y llegó el momento. ¡Nos vamos a Camboya!
Revisamos la información que nos proporcionaron algunas agencias para hacer un circuito, pero no nos convencieron. Eran pocos días, hoteles estándar y precios altos. Así que nos decantamos por contactar con la agencia local que nos gestionó nuestro viaje a Vietnam. Ellos nos presupuestaron un recorrido hecho a medida, con alojamientos tipo resort y la comodidad de tener un guía y un chófer a nuestra disposición. ¡Qué más podíamos pedir!
Los datos de la agencia Vietnamstay:
Dirección: 91 Ly Nam De str., Hanoi, Vietnam
Web: www.vietnamstay.es
Email: espanol@vietnamstay.com
Nuestro contacto, de nuevo Anita, quien ya nos gestionó 10 años atrás el viaje a Vietnam, habla español a la perfección y, como siempre, fue muy amable contestando a nuestras dudas y haciendo las modificaciones que le sugerimos.
El vuelo lo adquirimos por nuestra cuenta. Después de mucho investigar, porque eran caros y tenían multitud de escalas, reservamos con Emirates. Al menos, al ser un viaje largo, como cada usuario dispone de pantalla propia, te distraes viendo películas, series o jugando, ya que cuenta con varias actividades de entretenimiento.
Para entrar en Camboya es necesario tramitar el visado. Nosotras lo hicimos por internet con un coste de 36$. Es sencillo realizar su solicitud desde este enlace. Tardan un par de días en enviarlo por email y tiene una duración de 3 meses a partir de su aprobación.
Esta página la encontramos en el Ministerio de Exteriores donde podréis hallar más información interesante de este destino.
Habíamos leído que en el país funcionan con dos monedas: el dólar americano y el riel camboyano. Pensamos en cambiar algo de dinero a dólares, pero al final, por falta de tiempo y de ganas, no lo hicimos. La verdad, es que al llegar a Phnom Penh sacamos dinero de un cajero, los cuales cobran 5 dólares por la operación, y así fue como nos manejamos a lo largo del viaje, pagando con tarjeta y sacando efectivo del cajero. El mayor problema es que los cajeros solo te dan billetes de 100 dólares que son difíciles de cambiar en tiendas y puestos, pero entre el guía y los hoteles, que nos cambiaban a moneda más pequeña, nosotras nos apañamos. Si utilizáis tarjetas en un país extranjero, informaos de las comisiones que cobra vuestro banco, además de la comisión por cambio de divisa; no os llevéis luego una sorpresa. En la pestaña "Datos útiles" de este blog, os menciono una tarjeta que no cobra ningún tipo de comisión por estas operaciones; quizás os pueda resultar de utilidad.
Respecto a las vacunas, en Vietnam no es necesaria ninguna, pero es conveniente llevar las básicas al día: Hepatitis A y B, Tétanos y fiebres tifoideas.
Aquí podéis confirmar las vacunas que se necesitan, además de pedir cita: centro de vacunación internacional.
Si sois de Madrid también podéis informaros en el 010.
Eso sí, hacedlo con antelación porque nosotras no conseguimos cita, las fechas propuestas eran posteriores a nuestra vuelta. Así que logramos que el médico de cabecera nos recetara Vivotif, que es la vacuna oral para las fiebres tifoideas y que dura 3 años. Luego, revisando mis vacunas (llevo el control de las tomas, ya que esta en particular no queda reflejada en ningún sitio), comprobé que la tenía más que caducada. El resto estaban al día y cubiertas de por vida.
Agosto no es el mejor mes para visitar el país, es época de lluvias y monzones. Al menos dicen que las precipitaciones suelen ser breves y tienden a presentarse a última hora de la tarde, algo que tras el viaje confirmo, por lo menos lo de que suele llover a última hora de la tarde, lo de breve es otro cantar.
La temporada de lluvias abarca de mayo a octubre. Por lo demás, las temperaturas son altas todo el año (hablamos de unos 35 grados) y es un clima húmedo, así que tocará sudar.
Para viajar, ahora que estamos todo el día conectados a internet, os recomiendo haceros con una eSIM o SIM virtual. Yo estuve mirando en Holafly, pero mi móvil no es compatible. ¿Cómo saberlo? En la misma página puedes comprobarlo, te van guiando para indicártelo. También puedes verificar la compatibilidad de tu teléfono de dos formas:
1. Ve a Ajustes → Conexiones → Gestor de tarjetas SIM. Si tienes la opción "Añadir plan móvil" entonces tu smarthphone admite eSIM.
2. Marca el código *#06# que exhibirá entre otros el EID (Embedded Identification Document) si el teléfono es apto. Este método sirve tanto para Android como para iOS.
Otra opción es comprar una SIM local en el aeropuerto nada más llegar, que es lo que tenemos pensado hacer nosotras. He leído que en Camboya hay cinco compañías: Metfone, Smart, Cellcard, GB y Seatel. Por lo visto, Metfone es la más grande, cuenta con mayor cobertura y ofrece 4G en muchos puntos del país. Cuando llegamos al aeropuerto, finalmente nos hicimos con una SIM de Cellcard. Era más barata y el guía nos dijo que por donde íbamos a ir había cobertura suficiente (Ahora que ya hemos regresado he de reconocer que había lugares por donde no contábamos con conexión, pero eran sitios bastante remotos, así que dudo que otras compañías tuvieran, aunque no lo puedo confirmar). La SIM para 30 días (solo había opción de 7 y 30 días) con 50 GB de datos nos salió por 8 dólares. Yo creo que merece la pena.
Otra cosa a tener en cuenta y de la que nos enteramos al sacar la tarjeta de embarque online, es que a la llegada se ha de presentar la e-Arrival de Camboya, que no es lo mismo que el visado. Quizás se pueda gestionar en el mismo aeropuerto, pero como no estamos seguras y se puede obtener por internet, así lo hemos gestionado.
Siete días antes de la llegada hay que solicitar esta tarjeta. Esta es la página. Lo más sencillo es descargar la aplicación en el móvil y rellenar desde ahí los datos. Cuando se termina, genera un código QR que es el que hay que presentar en el aeropuerto. La mayor parte de la información que requieren es identificativa, sin embargo, también preguntan por los objetos que sería necesario declarar. Al ir contestando, se va detallando, por ejemplo, la cantidad de efectivo que puedes llevar sin tener que declarar, el número de cigarrillos, etc.
Día 1 (Domingo 25 de agosto):
Tras un vuelo de casi 24 horas, con una escala en Dubái y una parada técnica en Singapur, llegamos a Phnom Penh.
Pasamos el control sin mayor complicación, mostrando pasaporte, visado y e-Arrival. Las maletas salieron enseguida y, para ser sincera, con tanto alto en el camino, estábamos preocupadas por si no llegaban. Pero ahí estaban, aguardándonos en la cinta transportadora, tan ansiosas de empezar viaje como nosotras (ya sé que no, pero ha quedado bien).
Nada más salir, nos encontramos con San, nuestro guía, quien nos esperaba con una radiante sonrisa. Digo esto porque los camboyanos siempre tienen una sonrisa dibujada en el rostro, son gente agradable que siempre nos muestra lo mejor.
Como habíamos planeado, sacamos dinero del cajero, en dólares. Tened en cuenta que los cajeros internacionales cobran 5 dólares por operación, así que aprovechad y no saquéis constantemente para que el coste no se incremente.
En todo el recorrido no encontramos ninguno que cobrara por porcentaje ni que fuera gratuito. Tampoco probamos muchos, porque fuimos pagando con tarjeta en casi todas partes, por ello, apenas necesitamos efectivo.
Lo primero que hicimos con el dinero recién conseguido, fue comprar una SIM local. Como comentaba, nuestra intención era adquirirla en la compañía Metfone, pero resultaban más caras que cualquier otra y nuestro guía nos recomendó Cellcard, así que, desconocedoras por completo, le hicimos caso. La SIM funciona durante 30 días y permite 50 GB de datos por un precio de 8$, que a mí me parece bastante razonable. En la tienda te configuran el móvil en un momento. No es necesario llevar el pincho para abrir el compartimento de la tarjeta SIM porque ellos tienen, idea que, por cierto, se me pasó por la cabeza, aunque al final la deseché, pero mi compañera sí lo metió por si las moscas.
Ya con internet, nos dirigimos al hotel.
Teníamos reserva para dos noches en el Duong Chan Hotel. La habitación es amplia. El desayuno es tipo bufé con variedad, además puedes pedir algunos platos a la carta. Cuenta con piscina en la azotea, la cual hemos aprovechado cuando hemos tenido oportunidad, no mucho, pero algún remojón nos hemos dado. Su ubicación es buena, está cerca de lo más interesante que ver. De todas formas, el moverse en tuctuc por la ciudad resulta bastante económico.
Tras dejar las cosas en el hotel, salimos a cenar a un restaurante cercano que nos recomendó el guía: Khmer Surin. Por menos de 20$ cenamos las dos. El local es bonito y la comida está rica.
Descubrimos, justo al lado, un sitio de masajes, Sawasdee (6 B-C-D St 57, Phnom Penh), y aprovechamos la coyuntura. Estábamos hechas polvo por estar tantas horas sentadas en el avión y nos vino fenomenal. Recibimos un masaje de 75 minutos, el típico khmer sin aceite. Cubre piernas, pies, cabeza, brazos y espalda, y nos salió por 14$. La verdad es que nos ha parecido económico y nos dejó como nuevas. Además, al salir nos ofrecieron un té que tomamos con mucho gusto.
De ahí a la cama.
Día 2 (Lunes 26 de agosto):
Tras un desayuno de lo más variado, nos encaminamos a la recepción pues habíamos quedado a las 9 con nuestro guía. Nos dejó dormir porque el día anterior nos vio agotadas (muchas horas de vuelo en las que no dormimos ni un ápice).
Hoy visitamos Phnom Penh, capital de Camboya durante la mayor parte de los últimos seis siglos.
Empezamos el día en el Palacio Real, construido por el abuelo del actual rey camboyano. Sus obras se iniciaron en 1866 como lugar de residencia para el rey poco después de que el rey Norodom trasladara la capital de Oudong a Phnom Pehn. Es un complejo de majestuosos edificios con sus clásicos techos jemeres, dorados y ornamentados; la parte baja de los edificios es de estilo francés.
En el interior del complejo se encuentra la Pagoda de Plata, llamada así porque las baldosas del suelo son de ese material, aunque apenas se ven porque están cubiertas de alfombras para protegerlas. También se le denomina Pagoda del Buda de jade porque alberga uno. (En el interior no está permitido hacer fotografías).
Fijaos en que hay tres estupas. En ellas se encuentran las cenizas de la familia del rey. En una está su abuelo, en otra su tío y en la tercera, cubierta por jarrones con flores, la de su hija que falleció con cuatro años a causa del dengue. El rey ha pedido ser enterrado junto a ella.
Por cierto, para poder acceder al complejo se ha de llevar pantalón o falda que lleguen hasta la rodilla y camisas o camisetas que tapen los hombros. Aquí no te permiten echarte un pañuelo que lleves en el bolso, tienes que vestir de forma adecuada.
A continuación, visitamos el Museo del genocidio. Situado en Tuol Sleng, una escuela de secundaria convertida en prisión de interrogatorios y conocida como S-21 en la época de los Jemeres Rojos, durante el régimen de Pol Pot. En este museo se muestra la triste historia de miles de inocentes camboyanos torturados a finales de los setenta (1975 -1979).
Se calcula que murieron aproximadamente tres millones de camboyanos a manos de los Jemeres Rojos, casi las mitad de la población.
En las pinturas expuestas se inmortaliza lo que les ocurrió a los presos durante su estancia.
Nuestro guía estuvo en un campo de concentración y perdió a gran parte de su familia. La verdad es que escuchar la experiencia de primera mano nos puso los pelos de punta.
La entrada cuesta 5$. Además, si no lleváis un guía que os cuente lo sucedido, os recomiendo que pilléis la audioguía.
Tras esta triste visita, paramos a comer.
Proseguimos nuestro recorrido en el Museo Nacional. El edificio fue diseñado en estilo jemer por un arqueólogo y pintor francés en 1917.
Alberga la colección de arte jemer/khmer más grande del mundo. En el centro del museo, rodeado por cuatro pequeños estanques de loto artificial, hay un pequeño pabellón dedicado al Rey Leproso. La estatua fue traída del templo Angkor Wat.
El museo cuenta con unas 2000 obras que se exhiben regularmente y que cubren diferentes periodos históricos: arte preangkoriano, es decir, de la época hinduista (hasta el siglo XI), arte angkoriano, época budista (posterior a siglo XI) y postangkoriano (a partir del siglo XIII).
La entrada cuesta 10$ y no permiten tirar fotos en su interior.
Después de esta visita, nos dejaron en el hotel. El día con ellos había concluido. Pero eso no quiere decir que para nosotras hubiera terminado, aún teníamos mucho que ver.
Recordad lo que siempre os digo, hay que perderse y callejear.
Dicho esto, nos fuimos a dar una vuelta por la ciudad. Comenzamos paseando por el Boulevard Preah Sihanouk donde se encuentra el monumento a la independencia.
Continuamos hacia el río Mekong. Al final del Boulevard confluyen los ríos Mekong alto, Mekong bajo, Tonle Sap y Bassac; ellos lo llaman las cuatro felicidades.
Siguiendo el río por el Paseo, llegamos al mercado nocturno.
Disfrutad del recorrido, fijaos en los puestos/restaurantes que montan, los juegos de pelota, uno en particular nos llamó la atención, un juego de pelota típico de Camboya, Jianzi o bádminton de pie (footbadminton).
En el mercado nocturno únicamente hay puestos de ropa y de comida en los que tirarte al suelo a picar algo. Dimos una vuelta por la zona y regresamos al hotel.
Para volver, decidimos coger un tuctuc, típico transporte de la zona, una moto con una cabina en la que caben dos personas o más, según lo que te aprietes. Como desconocíamos el precio por el que andaban, descubrimos una app para reservar, como si de un Uber se tratara. La aplicación es PassApp. En ella tienes que dar tu teléfono camboyano y proceder a la reserva. Y eso hicimos. El precio marcado fue de dólar y medio, como veis, muy económico. Pagamos en efectivo, no es necesario incluir en la app los datos de la tarjeta.
De vuelta en el hotel, nos dimos un baño en la piscina y salimos a cenar. Como se nos hizo algo tarde, decidimos ir al mismo sitio que el día anterior.
Día 3 (Martes 27 de agosto):
Esa mañana pusimos rumbo a Mondulkiri (casi todo el día metidas en el coche 😞).
La primera parada fue rápida: baño y comprar algún refresco. Aun así nos dio tiempo a ver algunos puestos de frutas y de insectos fritos. Es verdad que no estamos habituadas al segundo producto, pero aquí en Camboya y, sobre todo en el campo, es un alimento habitual. Cocinan tarántulas, grillos, saltamontes, gusanos de seda, etc., incluso pequeñas ranas, todos ellos aderezados y listos para ser degustados.
Francamente, es algo que ya he visto en muchos otros países y algunos hasta los he probado (no olvidemos que en España comemos caracoles, entre otros), sin embargo, aquí los niños se pasean con tarántulas en la mano con intención de encasquetártelas. ¡¿Os he dicho que odio las arañas?! Pues ahí estaban, mostrándome sus lustrosas tarántulas y yo aguantando el tipo cuando lo que quería era echar a correr. ¡Uf, qué paciencia!
El siguiente alto en el camino fue en Kampong Cham, donde visitamos Wat Nokor, un templo hinduista rodeado por dos pagodas budistas.
Ubicado entre campos de arroz es una verdadera joya, puesto que su originalidad radica en que el templo budista, construido en el siglo XI bajo el reinado de Jayavaram II, alberga una pagoda en su interior, entre los muros del antiguo templo jemer.
El templo consta de dos recintos que encierran dos bibliotecas y el santuario, que ahora se encuentra en el centro de una pagoda moderna con techos entrelazados de tejas naranjas, verdes y azules.
Este fue el primer día que nos llovió sin parar, pero como pasamos prácticamente la jornada al completo dentro del coche, no lo notamos en demasía.
Tras unas cuantas horas más de conducción, llegamos al hotel, KNN Resort, un 5 estrellas que está algo apartado de todo. Como además, diluviaba, no nos quedó otra opción que cenar allí. El precio es algo elevado en comparación con lo que estamos viendo, pero la comida está espectacular. Todavía no lo sabíamos, pero las dos noches que pasamos en este hotel, fuimos las únicas alojadas, la plantilla solo trabajó para nosotras. Motivo por el cual no disfrutamos de desayuno bufé, ambas mañanas desayunamos a la carta, algo que, evidentemente, no nos importó.
Antes de despedirse, el guía nos comentó que al día siguiente teníamos programado un pequeño trekking, pero que no estaba seguro de que lo pudiéramos hacer. Mencionó que la gente joven no tardaba demasiado en terminarlo, pero, claro, nosotros que ya somos mayores... Y ahí lo dejó. No veáis cómo me dolieron sus palabras. Lo que me faltaba por escuchar. Después, arrepentido, reculó y nos dijo que el camino estaría embarrado por las lluvias. Algo que no dudamos después de cómo ha estado lloviendo.
El caso, es que al día siguiente le di la lección que se merecía. Ya no haré deporte, y estaré algo mayor, y habré cogido algo de peso, no lo niego, pero os adelanto que la ruta la hice y la llevé con la dignidad que me caracteriza, vamos, que acabé con el guía local arrastrando al nuestro, el cual, finalmente, me dio algo de pena, porque a él sí le costó un gran esfuerzo concluirla. Pero de esta excursión, os hablaré a continuación.
Día 4 (Miércoles 28 de agosto):
Esa mañana quedamos a las ocho con el guía y, para nuestra desgracia, diluviaba.
Con todo, nos pusimos en marcha preparadas para lo que tocara. Fuimos a Putang Community Center, desde donde saldríamos para comenzar la caminata. Hay que reconocer que estuvimos esperando un buen rato a que amainara la tormenta, mas en cuanto dejó de llover, nos pusimos en marcha, bastante preocupadas por las condiciones del camino.
Y no niego que había zonas embarradas y que resbalaban, pero teniendo en cuenta que llevaba más de doce horas diluviando, el sendero estaba aceptable. Por otra parte, al final el cielo abrió y disfrutamos de un día soleado y caluroso. Y sí, lo admito, incluso me quemé con tanto sol y eso que casi todo el recorrido era entre tupidos árboles, así que imaginad cómo apretaba.
El recorrido, básicamente, fue cuesta abajo hasta llegar a nuestro destino. El problema era que el terreno estaba resbaladizo por las fuertes lluvias. Sin embargo, con la ayuda de un bastón que nos hizo el guía local con un machete y bambú, nos resultó más sencillo poder avanzar sin caernos.
Después de una caminata de unas dos horas aprox., llegamos al río, donde nos estaban cocinando una barbacoa de pollo y pescado, además de unas ricas berenjenas que introducen en una caña de bambú y cocinan al fuego.
Mientras preparaban la comida, lo sé, excesivamente temprano (estoy hablando de que no eran ni las once), recibimos la visita de un elefante que venía con la intención de que lo atiborráramos a bananas. Y ante tamaña petición, no pudimos negarnos, por lo que le dimos todas las disponibles. Tras enorme ingesta, nos tocó comer a nuestro grupo y, a continuación, vimos cómo lo bañaban. Lo dejaron limpito, sin tanto barro como traía. Aunque no me cabe duda de que en breve volverá a embarrarse con el agua del río puesto que el lodo les protege de las picaduras.
Con la tripa llena gracias a las exquisiteces que nos prepararon en la barbacoa y descansadas, disfrutando del río y el elefante, regresamos por otro camino, evidentemente cuesta arriba, para llegar al poblado indio. De esta forma pudimos conocer el modo de vivir de sus gentes.
Como decía, id preparados con crema para el sol, porque cuando los árboles de la selva desaparecen, pica, y tampoco olvidéis el repelente de mosquitos porque atacan sin piedad.
Ya de vuelta en Putang Community Center, nos percatamos de que hay una escuela gratuita que da clase a los niños indígenas. De hecho, disfrutamos un rato de su compañía, ya que jugaban a nuestro alrededor. Si vais a este lugar, y os es posible llevar libretas y/o cuadernos, es decir, cualquier tipo de material escolar, os lo agradecerán.
Tras regresar al hotel, fuimos a darnos un baño a la piscina. Sin embargo, en cuanto llegó el diluvio universal, no nos quedó más remedio que ponernos bajo techo y aprovechar las escasas actividades que podíamos hacer en el resort con esa climatología tan adversa.
Día 5 (Jueves 29 de agosto):
Esa mañana, tras quedar con San a las nueve, comenzamos el día en la cascada de Bou Sra. Está conformada por tres saltos. El salto inferior no se puede ver, se oculta en el interior de la selva y no hay camino. El siguiente lo ves desde la parte superior y no logras ver el fondo puesto que mide más de 20 metros. Por lo visto hay un camino que te lleva a él tras veinte minutos de caminata. Nosotras no lo vimos, pero he leído de su existencia a la vuelta. Y el tercero, lo puedes ver en todo su esplendor: desde abajo, desde los laterales y desde arriba. Este último salto tiene una altura de 10 metros.
Si paseáis por los alrededores, veréis alguna vivienda. A muchos camboyanos les quitaron sus tierras y ahora construyen sus chozas donde pueden.
A la entrada del complejo, podéis visitar un poblado creado para el turista con el propósito de recrear cómo vivían en el pasado.
A lo largo del recorrido de la entrada a la cascada, hay multitud de puestos, la mayoría de ropa y bebida, pero también podéis encontrar miel y diferentes comidas. En la orilla de la cascada existe un restaurante por si queréis comer allí con tremendas vistas.
No me cansaré de recordaros que no olvidéis echaros repelente, pues los mosquitos te acosan. Ya sé que soy una pesada con este tema, pero, en serio, es que me están acribillando, olvido echarme en un punto y ahí están, picándome en ese pequeño espacio.
Bueno, continúo. A esta cascada los camboyanos van de forma regular, sobre todo los fines de semana, a hacer picnics y bañarse cuando no es época de lluvias ya que el agua está clara y no turbia como ahora. También se reúnen allí para algunas celebraciones como el año nuevo, momento en que no cabe ni una aguja en el recinto, según nos comenta San.
La siguiente visita fue a un cafetal. Podéis comer allí, de esta forma os permiten visitar la plantación gratuitamente. El café es fuerte y sabroso, sabe parecido al que tomamos en España. Al menos, no lo hacen aguado o insípido, pero esto es porque estamos en un cafetal. El que vais a encontrar en la calle seguramente tenga mezcla con otros productos para abaratar el coste, tales como maíz ennegrecido molido mezclado con achicoria y soja molida.
Además de encontrar cafetos, nosotras también nos topamos con una plantación de durian. Es una fruta de la zona de Indonesia con un fuerte olor y con espinas conformando la cáscara. No la probamos. No estoy segura de si la he degustado en algún otro país en el que he hecho más catas de frutas, me cuesta recordar la amplia variedad con las que cuentan y que no llegan a nuestro país.
Por lo que dice nuestro guía, es una fruta sabrosa, pero excesivamente cara para los bolsillos camboyanos.
Esa tarde llegamos al hotel Le relais de Chhlong. Aquí nos dieron una habitación familiar, me temo que fue porque el hotel estaba vacío. El lugar es muy bonito, con edificios de estilo colonial, reformados en 2017. Con piscina y restaurante.
Y para no perder las buenas costumbres, nada más llegar, comenzó a diluviar. ¡Cómo no!.
Puesto que el hotel no está ubicado cerca del centro, teníamos pensado dar una vuelta por los alrededores, pero nos vimos obligadas a cenar en el restaurante del complejo. A continuación, una película y a dormir.
Siendo franca, aun cuando todos los días nos está cayendo un buen chaparrón, estamos teniendo muchísima suerte, porque hasta ahora nos está diluviando cuando terminamos la visita, nos respeta nuestro día repleto de actividades. ¡Crucemos los dedos por seguir así!
Día 6 (Viernes 30 de agosto):
Hoy nos dirigimos a Kampi Village, donde subimos a un barco local para navegar por el río Mekong con la finalidad de ver delfines Irawadi. Estos delfines no son ni parecidos a los que conocemos y que viven en nuestras costas, tienen una frente mucho más prominente y el morro achatado.
En época de lluvias, con la crecida del río, es más difícil verlos en comparación con la estación seca, pero tuvimos suerte y se dejaron ver.
Debido a la pesca ilegal y los residuos plásticos están en peligro de extinción, pero el Ministerio de Agricultura ha tomado cartas en el asunto y están intentando repoblar el río.
La foto de encima está descargada de la página Tripadvisor, porque la realidad es que nosotras no los vimos de forma tan espectacular. Vimos sus lomos, aletas y poco más:
En el río también podéis disfrutar haciendo piragüismo. Nos cruzamos con varios grupos de turistas acompañados de guías locales. Es fácil reconocer a los visitantes, el chaleco salvavidas y la piel del color de la leche los delata.
Después de comer fuimos a la isla de Koh Trong.
Para llegar a ella, hay que coger un barquito tipo ferri, en el que además de ir cargado de personas, va hasta la bandera de motos, el vehículo más habitual de los camboyanos, y diferentes mercancías.
Ya en la isla, tenéis la posibilidad de alquilar una bicicleta para recorrerla o coger un moto carro. La segunda opción fue la que teníamos nosotras incluida.
Este pueblo está alejado de la modernidad, lo venden como un auténtico pueblo jemer en donde no encontrarás carreteras, coches ni instalaciones modernas. Aquí descubriréis puestos cargados de variedad de frutas, como en el resto del país, sin embargo, lo que abunda en esta isla son los pomelos.
Tras esta excursión, nos dirigimos al hotel con tiempo para darnos un baño en la piscina y cenar.
Día 7 (Sábado 31 de agosto):
Hoy nos dirigimos a Siem Riep. Nos aguarda un largo recorrido en coche.
Las carreteras camboyanas no son muy allá. Podéis encontraros con perros descansando en medio del carril, vacas cruzando, gran cantidad de motos y carros, todos ellos cooperando para ralentizar el tráfico. Luego, hay que asumir que la velocidad es mucho más lenta a lo que estamos acostumbrados y, por esta razón, cualquier recorrido se duplica en tiempo.
He de decir que nos topamos con muchas obras, así que en unos años, quizás tengan unas calzadas mejoradas.
Hicimos una parada en el puente Preah Tis. Construido en el siglo XII, durante el reinado de Jayavarman VII, rey muy querido en el país ya que se encargó de levantar multitud de templos, entre ellos algunos de los principales de Angkor, además de servicios públicos como hospitales y carreteras.
Este puente, que cruza el río Chikreng a su paso por la población de Kampong Kdei, tiene una anchura de 17 metros, una longitud de 87 y una altura de 12, conformado por 21 arcos separados por columnas y construido con piedra volcánica. Las nagas que presiden el puente desde cualquiera de sus lados están muy bien conservadas. Estas figuras míticas, consideradas semidioses, tienen la forma de serpiente con siete cabezas.
Es una de las pocas construcciones khmer o jemer que han sobrevivido hasta nuestra época.
Por cierto, se nota que nos acercamos a Siem Reap. Hasta ahora habíamos disfrutado de las visitas prácticamente en soledad, pero en este puente nos acompañó un autobús repleto de turistas.
Sobre la comida camboyana, como en el resto de Asia, no faltan ni el arroz ni los noodles, los encontraréis en cualquier sitio a un precio económico.
Algunos de los platos más famosos de la gastronomía del país son: El amok de carne o pescado, cocinados al vapor con leche de coco, un poquito de picante y acompañados de arroz y verduras, servido en hoja de palma o plátano. El lok lak que es un preparado de carne cocinado con salsa agridulce. También el stir fry que es cuando los ingredientes han sido salteados en un wok sin dejar de removerlos, quedando crujientes y manteniendo todo su sabor.
Sobre los postres, he de decir que probamos la tapioca en leche de coco y no nos convenció a ninguna. Y, ¡cómo no!, os recomiendo disfrutar de la variada fruta: fruta del dragón, de la pasión, rambután (de la familia del lichi) y mucha más, imposible enumerar tanta diversidad.
Amok de carne:
Lok lak de cerdo acompañado de pollo asado, arroz y salsa de tomate y cebolla:
Fruta variada, en este caso: fruta del dragón, sandía y piña:
Esa tarde nos despedimos de San. Él comenzaba al día siguiente con otro grupo y a nosotras nos esperaba un nuevo guía en la segunda mitad del recorrido.
El hotel en el que nos alojamos en Siem Reap es el Anjali. No está muy cerca del mercado nocturno o de Pub Street, que es el centro turístico de la urbe, pero en un tuctuc se tardan unos 10 minutos en llegar y te cobran menos de tres dólares con la aplicación. ¡Merece la pena! Además, el hotel dispone de transporte gratuito al centro a determinadas horas.
El hotel es pequeño, pero está bien aprovechado. Las habitaciones están fenomenal y la piscina es más que suficiente. Hay spa, algo caro en contraste con los precios de la calle, aunque está chulo, tiene paquetes interesantes. Nosotras lo recomendamos. De vez en cuando hay que darse un capricho.
El caso es que al llegar pensamos en darnos un masaje. Qué mejor forma de terminar un día en el que habíamos pasado casi toda la jornada sentadas en el coche. Mas nuestro plan se fue al garete porque no había ningún hueco libre.
Pese a ello, como nosotras ya lo teníamos en la cabeza, salimos y nos dimos un masaje jemer en un local cercano del hotel: Hong Siem Riep Massage. En cuanto nos asomamos, salieron a recibirnos y a comentarnos los precios: 9 dólares por una hora por el típico masaje sin aceite y con aceite 12 dólares. El sitio era algo cutre, sin embargo, el precio nos pareció razonable y el masaje estuvo bastante bien, justo lo contrario a lo que apuntaba el lugar. No obstante, a la hora de pagar, nos cobraron dos dólares más por masaje como propina. Y digo nos cobraron porque se querían quedar con todas las vueltas, tuvimos una breve discusión con la encargada hasta que llegamos a un acuerdo más razonable, que fueron esos cuatro dólares. Después leímos en internet sobre un par de sitios de masajes de la zona que también recaudaban unos cuantos dólares de propina obligatoria.
Tras el masaje, cenamos en el hotel y a dormir, que al día siguiente nos tocaba madrugón para ver el amanecer en Angkor Wat.
Día 8 (Domingo 1 de septiembre):
A las 5 menos diez quedamos con el nuevo guía. En el hotel pedimos que nos prepararan un desayuno para llevar, aunque, según parece, muchos turistas prefieren regresar al hotel a disfrutar de la primera comida del día. Nosotras somos más prácticas y no nos gusta perder tiempo, aun cuando seguramente en el restaurante del hotel el desayuno será mucho mejor.
Las entradas nos las compraron para 3 días, lo que significa que es posible utilizarlas en los diez días posteriores a la compra, pero únicamente tres jornadas entre esos diez días. El precio fue de 62 dólares. Tened cuidado y no la perdáis porque os la van a pedir para acceder a los diferentes templos del complejo, que son muchos y distantes.
A las 6 menos cuarto, más o menos, comenzó a amanecer. El problema fue que el día se levantó nublado, motivo por el que no lo vimos tan espectacular como las imágenes que se pueden descubrir en internet.
Así es como lo vimos nosotras:
Y estas son imágenes que nos envió Chang, nuestro nuevo guía:
Como veis, apenas hay diferencia entre lo que vimos y lo que podíamos haber visto, ¿verdad? Bueno, hablando en serio, espero que tengáis más suerte, y si no, hay que admitir que da igual, el lugar impresiona por sí solo.
El complejo de Angkor, reconocido como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, es uno de los lugares arqueológicos más importantes del sudeste asiático ya que contiene restos destacados de las diferentes capitales del Imperio Jemer, del siglo IX al XV. Oiréis a más de un guía decir de él que es la octava maravilla del mundo.
Entrar en Angkor Wat después de contemplar el amanecer es lo que se recomienda para evitar aglomeraciones (como decía, muchos turistas vuelven al hotel a desayunar y regresan en "hora punta"). Este templo hinduista está dedicado a Vishnu (su dios supremo, por encima de Shiva y Brahma) y fue levantado en el sigo XII. Tras el abandono de la cuidad de Angkor en el siglo XV, fue el único templo que siguió habitado por monjes budistas. El recinto tiene forma rectangular y está rodeado por un foso. La gran avenida (como en la mayoría de los templos) conduce al edificio principal y está enmarcada por una balaustrada en la que se han esculpido nagas (serpientes mitológicas de cinco o siete cabezas), a las que consideran protectoras de lugares y tesoros sagrados.
Prestad atención a las paredes de Angkor Wat ya que tienen gran cantidad de estatuas y bajorrelieves que invitan a observarlos. Están repletas de seres mitológicos, escenas de la corte o representaciones de batallas, no vais a dejar de echarles fotos.
En el centro del lugar se levanta la estructura principal, en la que sobresalen cinco prasat, torres con una forma piramidal típica de la arquitectura jemer y que representan al monte Meru, hogar de los deva (dioses) en la mitología hindú.
Después de pasear y deslumbrarnos con Angkor Wat fuimos al templo Ta Prohm, uno de los templos más fotografiados de Angkor, probablemente porque aparece en la película de Tomb Raider. Construido a finales del siglo XII y principios del XIII como templo budista, dedicado a la madre de Jayavarman VII, este templo es una combinación de estructuras levantadas por el hombre y árboles, ya que el templo ha sido tomado por la selva, literalmente. Las raíces de estos gigantescos árboles sostienen el edificio puesto que se han fusionado a lo largo de los siglos con los enormes bloques de piedra, enfatizando la sensación de "ciudad olvidada".
No dejéis pasar la Terraza de los Elefantes, lugar donde se acomodaba el séquito del rey, y la Terraza del Rey Leproso, cuya escultura original descansa en el Museo Nacional de Phnom Penh, donde descansaba el rey. Desde dichas plataformas contemplaban las ceremonias y desfiles militares. Estas terrazas formaban parte de la fachada del Palacio Real. Ambas están repletas de paredes esculpidas; la Terraza de los Elefantes con representaciones de estos animales, de ahí su nombre.
A continuación exploramos el templo Baphuon. Es conocido como el mayor puzzle del mundo. Esto es debido a que en 1960 se decidió restaurarlo y, para ello, se siguió un proceso de etiquetado de cada piedra que se desmontaba. Como en medio hubo una guerra civil, en la que los jemeres rojos destruyeron gran parte del país, cuando retomaron la reconstrucción del templo, en los 90, se encontraron con que los registros no existían y había unas 300.000 piedras desperdigadas. Por este motivo su restauración llevó 15 años.
Originalmente fue un templo hindú dedicado a Shiva, levantado en el siglo XI por el rey Udayadityavarman II, sin embargo, se convirtió en templo budista a finales del siglo XV y, entonces, se añadió un enorme Buda reclinado (nueve metros de alto por 70 metros de largo).
Proseguimos la visita por Angkor Thom. Fundada por el rey Jayavarman VII en el siglo XII, fue una de las ciudades Jemeres más grandes y la capital hasta el siglo XVII. Todo el perímetro de la ciudad está rodeado por un foso. Para acceder al interior, existe un puente formado por dos hileras de 54 estatuas. En una se alinean representaciones de los deva (dioses), mientras en la otra están los asura (demonios).
En el centro de la antigua metrópoli se alza el templo Bayon. Este templo budista simboliza el sagrado monte Meru y es famoso por los 216 rostros esculpidos en las 54 torres que lo conforman, cada uno de ellos mira a un punto cardinal (este, oeste, norte y sur).
Por cierto, seguro que os encontráis con monos que irán a buscar comida en vuestras bolsas, estad atentos porque no se cortan.
Tras esta agotadora visita, pues el sol pegaba fuerte, comimos en Korko 1979, un restaurante con una comida sabrosa que os recomendamos.
Después de almorzar, nos dejaron en el hotel donde, primero nos dimos un baño en la piscina para refrescarnos de la jornada tan calurosa y, ahora sí, como reservamos el día anterior, nos dimos un pack de masaje corporal jemer con aceite (estamos enganchadas a este tipo de masajes), un tratamiento facial y una exfoliación de pies. Vamos, que salimos completamente renovadas, mientras en el exterior no paraba de diluviar.
Y el tiempo sigue respetando nuestras visitas. ¡Alucinada me tiene!
Como está cayendo una buena tormenta, nos vimos obligadas a permanecer en el hotel una vez más.
Día 9 (Lunes 2 de septiembre):
Amaneció diluviando y así continuó a lo largo de la mañana. Mas eso no nos detuvo, provistas con chubasqueros y paraguas nos pusimos en marcha.
La primera parada fue en una pagoda en la que asistimos a una ceremonia tradicional de bendición de los monjes, la cual sirve para traer buena suerte y prosperidad.
El monje que nos atendió, nos contó cómo muchos camboyanos se unen a su orden: en principio, cuando las familias son pobres y no pueden sustentar a sus hijos varones, los llevan a monasterios donde los educan y los inician en las estrictas normas del budismo. Al crecer, la mayoría lo deja para continuar con una vida no religiosa. Hay pocos monjes que terminen estableciéndose en el monasterio.
Tras la charla, recibimos su bendición. Esta ceremonia es una forma tradicional que se cree que transmite la buena suerte de los dioses. El monje comenzó a cantar mientras nos rociaba con agua bendita y nos arrojaba algunas flores. Entretanto nosotras permanecíamos con los ojos cerrados y en posición de rezo. Para acabar, nos ató un hilo sagrado alrededor de la muñeca con la finalidad de protegernos de cualquier espíritu maligno o de un accidente.
Después de este rito, retomamos la visita de los templos de Angkor.
Os recuerdo que os solicitarán la entrada para acceder a cada uno de los templos e, incluso, en controles por carretera en el interior del recinto. ¡No la perdáis!
Comenzamos con la visita al templo Pre Rup, cuyo nombre significa "incineración de un cadáver". Por este motivo, algunos piensan que el templo estuvo dedicado a ritos funerarios, sin embargo, la realidad es que fue construido en honor al dios Shiva. En su interior hay una cisterna.
Nosotras subimos hasta lo más alto del templo donde hay unas vistas que merecen la pena la escalada, porque menudos peldaños, los crearon para gigantes, son altísimos.
El siguiente templo al que nos desplazamos fue Banteay Samre, que no es de los más visitados ni conocidos de Angkor. Fue construido en el siglo XII durante el reinado del rey Suryavarman II y dedicado al dios hindú Vishnu. Se cree que fue diseñado como una versión en miniatura de Angkor Wat, con un esquema similar y tallas intrincadas en toda la estructura.
Existe una leyenda local en la que se cuenta la historia de un granjero llamado Samre (de ahí el nombre del templo), que descubrió una estatua de Vishnu y, por ello, levantó un santuario alrededor de dicha estatua que se convirtió en el templo.
Proseguimos nuestro recorrido con el templo Banteay Srei, que se traduce como la ciudadela de las mujeres. Construido originariamente en el siglo X, está dedicado al dios hindú Shiva. Este templo de piedra de arenisca roja es una de las estructuras más importantes de Angkor, ya que sus paredes están decoradas con elaboradas tallas que se han conservado notablemente bien.
A mí me encantó, una pena que no dejara de llover durante la visita.
Después de comer en un restaurante del centro, que no tuvo nada de especial, nos dirigimos a una empresa que ofrece excursiones en quad. Allí, lo primero que hicieron fue enseñarnos su funcionamiento, ya que ninguna hemos conducido uno con anterioridad. Tras tener claro para qué sirven los botones (vamos: arrancar, acelerar y frenar) y cómo funcionan las marchas (hacia delante, atrás y punto muerto), dimos un par de vueltas por un circuito cerrado. Como nuestra destreza en la conducción los dejó asombrados (¡es broma!), nos dieron por válidas y empezamos nuestro recorrido.
Hay que tener en cuenta que no tienen los vehículos asegurados, y te dejan bien claro que si lo rompes, lo pagas. Ya me veo en un barranco con el quad destrozado, yo hecha polvo y pidiendo un crédito para reponerlo.
Admito que inicialmente me dio un poco de canguelo, pero a los dos minutos se me pasó y empecé a disfrutar de la velocidad. Fue superdivertido. Si no os mola (cosa que dudo), os dan la opción de ir de paquete con uno de ellos (imaginaos qué caras debíamos de tener para que nos ofrecieran esta posibilidad), pero os recomiendo que lo conduzcáis y os divirtáis.
La excursión contratada duraba dos horas. ¡Se me hicieron cortísimas! La pena fue que, como había estado diluviando toda la jornada, en el camino nos topamos con charcos enormes y profundos, a veces daba la impresión de que nos íbamos a hundir en ellos y salir a nado. No obstante, terminamos ilesas, en ninguno nos quedamos atascadas y eso que alguno que otro tenía una profundidad importante. Eso sí, cuando descubrías una recta y un camino más o menos seco, ir a mayor velocidad moló mucho. También os digo que el quad llegó completamente salpicado de barro, al igual que nuestros pantalones, y eso que los protectores algo apartaron.
Recorrimos senderos de tierra que atravesaban comunidades locales. Hay que prestar atención porque los animales se cruzan sin mirar y sin preocuparse de morir aplastados o de provocar un accidente.
Vimos las típicas construcciones rurales de Camboya, es decir, casas levantadas sobre pilotes de madera, también búfalos de agua, vacas, motos y muchos niños que te saludaban al pasar sin darse cuenta del peligro que acarreaban dos conductoras noveles por esos caminos tan maltrechos.
Nos detuvimos a contemplar en un arrozal la puesta de sol, pero, al estar nublado, tampoco fue una maravilla.
Tras esta aventura, no pudimos dejar pasar el darnos un masaje. En esta ocasión preguntamos al guía, quien nos recomendó: Comfort Massage (Preah Sihanouk Ave). Así que allí nos dejaron.
El local está mucho mejor que el primero en el que entramos en Siem Reap. Hay carta de masajes por una media de unos 21 dólares, depende del elegido. Nosotras, para no variar, seleccionamos de nuevo el camboyano con aceite. De propina, Chang nos recomendó dejar un dólar por masaje, así que eso hicimos.
Para ser sincera, a mí me tocaban y me dolía casi todo. Debía de tener moratones internos de tanto masaje. Una, que no está acostumbrada.
Tras concluir, decidimos ir andando de vuelta al hotel, aunque antes paramos en dos cajeros que, según recomendaban otros viajeros en internet, no cobraban comisión al sacar dinero. Uno era Maybank y el otro, CIMB. Pero, aunque encontramos dichos bancos, no fuimos capaces de sacar dinero. Sí llegamos a la pantalla en la que se informa de que te van a cobrar 5 dólares por retirada de efectivo, pero ambos nos dieron error a continuación. Y, como decía, cobraban esa comisión igual que el resto. Quizás sea algún cajero en particular, a saber. Al final, sacamos efectivo de un ATM del banco ABA, que nos cobró los 5 dólares de rigor.
Día 10 (Martes 3 de septiembre):
Empezamos la mañana visitando un nuevo templo del complejo de Angkor: Banteay Srei, ubicado en Damdek. Este es bastante más reducido en comparación con el resto, pero eso no le resta encanto, aun cuando está medio ruinoso ya que solo tiene una restauración parcial. Como muchos de los templos que hemos visitado, el santuario central también tiene dos edificios biblioteca a ambos lados.
Para poder pasear entre tantas piedras existe una plataforma de madera que construyeron hace poco más de un año.
Seguidamente, nos tocó ir a un taller, pues mi ventanilla se enganchó y dejó de subir. Una anécdota en el viaje que nos mostró la eficiencia de los talleres camboyanos .
Tras un corto espacio de tiempo en el que los mecánicos nos solucionaron el problema, nos encaminamos al lago Tonle Sap. Este es el lago más grande de Asia, que en época de lluvias, un poco más adelante, por noviembre, sube dos o tres metros el nivel de agua a como nosotras lo hallamos. Por tanto, el agua alcanza las casas que están levantadas sobre altos pilotes de madera.
Muchos de los habitantes de esta llanura aluvial de Tonle Sap viven en aldeas flotantes en el lago y la mayoría dependen directamente de estas inundaciones estacionarias para conseguir agua dulce, alimentos, leña y otros recursos esenciales.
Nos detuvimos en Kampong Kleang, un pueblo de casas flotantes del lago, situado a unos 60 km del centro de Siem Reap. Es hogar de más de 20.000 personas, muchas de cuyas familias han vivido allí durante generaciones y mantienen su modo de vida tradicional. Es de las aldeas flotantes menos visitada por los turistas. En sus calles podréis ver cómo preparan el pescado seco.
Desde allí, subimos a un barco en el que navegamos entre estas casas flotantes con pilotes que consolidan la construcción y nos adentramos en el lago, del cual no se ve el otro lado de lo inmenso que es.
Tras este paseo en barco, regresamos, no sin antes hacer una parada en carretera para comer y, ya de camino al hotel, nos detuvimos a visitar otro templo: Bakong.
Dedicado al dios Shiva, está conformado por cuatro niveles, cada uno de ellos corresponde con los mundos se varios seres míticos (nagas, garudas, raksasas y yaksas). Tened en cuenta que todos los templos de Angkor tienen esta disposición de niveles. Y, como también es habitual, el santuario central representa al Monte Neru, lugar sagrado.
En el hotel, tras un remojón en la piscina, cogimos un tuctuc que nos llevó al restaurante donde teníamos planeado cenar, un local que nos recomendó una amiga que estuvo en esta zona unos días antes. Reservamos el tuctuc en la aplicación que os he mencionado con anterioridad (PassApp), con la que sale mucho más económico el viaje y, si quieres darle el extra al conductor, se lo puedes dar de propina. De hecho, el que nos llevó a nosotras al centro se extrañó por el plus y nos lo agradeció con vehemencia (muy raro porque aquí siempre esperan una gratificación).
El restaurante recomendado es el Tevy's place (Street 26) que, aunque es un lugar bastante básico, tiene una comida rica y económica.
Tras esta exquisita cena, nos fuimos a dar una vuelta por los mercados, tanto el viejo como el nocturno, este último se sitúa a la orilla del río, y por Pub Street, una calle creada para y por el turismo, según mi impresión.
Nos encontramos con muchos puestos cerrados por las horas a las que llegamos, aunque Chang nos comentó que también era porque estábamos en temporada baja. La verdad es que volvimos a ir antes de marchar y os adelanto que había mucho más abierto. Lo que sí me pareció es que el mercado nocturno era más barato que el otro, quizás porque ya estaban cerrando y querían deshacerse del género.
Por cierto, no olvidéis regatear, podéis sacar las cosas casi a mitad de precio.
Día 11 (Miércoles 4 de septiembre):
Hoy abandonamos por un par de días Siem Reap para conocer Battambang, ciudad situada al noroeste de Camboya.
La primera parada fue en Phnom Banam, donde se halla el templo Prasat Banam, al que para acceder hay que subir 365 escalones, que coincide con el número de días que tiene un año. Merece la pena subir por las vistas, ya que está rodeado por fértiles llanuras de palmeras de azúcar y campos de arroz, aunque, como muchos, está bastante derruido.
Cuando bajamos, nos dieron a probar, en un puesto al pie del templo, varias frutas tropicales de temporada, como su naranja, que por fuera es verde, no naranja como las que estamos habituadas a comer, pero su sabor es similar.
Al lado hay una especie de piscifactoría donde puedes ver los peces y su tamaño formidable, ya que ahí está prohibido pescar. Los niños, y no tan niños, les echan comida para disfrutar del momento.
Tras parar a comer en Battambang, nos condujeron a hacer un viaje en tren de bambú, un transporte de lo más singular. Es una plataforma de bambú sobre la que han colocado una estera y unos cuantos cojines para sentarse. Esta plataforma de bambú se activa mediante un pequeño motor y alcanza velocidades de hasta 50 km/h. Fue construido por aldeanos para transportar mercancías y personas, aunque ahora está más orientado al turismo.
Así que, como turistas que somos, montamos e hicimos un pequeño recorrido, de una media hora aproximadamente, en lo que allí llaman norry, a través del campo, contemplando campos de arroz y flores de loto.
Tras ese paseo en norry, fuimos al hotel. Y, como iba siendo costumbre, nada más llegar se puso a diluviar y, por este motivo, no salimos. Aunque nuestra idea era coger un tuctuc al centro, nos tuvimos que reorganizar, y no nos costó nada. Seguro que no tenéis ni idea de cuál fue el nuevo plan. ¡Exacto! Reservamos un masaje jemer con aceite en el hotel. Estaban tan baratos como en los locales de Siem Reap, así que tuvimos que aprovechar.
Esa noche nos alojamos en Battambang Resort, un hotel muy chulo, con una pequeña laguna central y en el que el masaje te lo dan en un entoldado al borde de esa misma laguna.
Con la que estaba cayendo, tampoco pudimos probar la piscina, así que nos acomodamos en el restaurante y nos apuntamos a degustar el menú que ofrecían, con el propósito de probar un poco de todo. Tras una contundente cena, nos fuimos a dormir.
Día 12 (Jueves 5 de septiembre):
Esa mañana nos tocó dar una vuelta por la ciudad de Battambang.
Lo primero que hicimos fue detenernos ante su buda negro, símbolo de la región. Representa a Ta Dumbong, el fundador de la ciudad. Cuenta la leyenda que el palo negro que sostiene tiene poderes mágicos. Y, aún cuando está en medio de una rotonda, los camboyanos se acercan a rezarle y dejar ofrendas.
A continuación, visitamos el mercado central, Phsar Nat. Como en esta ciudad no hay mucho turismo, es un mercado de camboyanos. Allí vimos lo habitual: verduras, carnes y pescados, además de ropa. Lo que más nos llamó la atención fue el pollo negro, tanto su carne como los huesos son de ese color, tal y como nos explicó la vendedora. Es más caro que el pollo normal, supongo que porque es más escaso.
Después paramos en un lugar donde se hacen las obleas de arroz, las mismas con las que envuelven la comida tipo rollito de primavera, aunque estas son algo más gomosas. Allí nos mostraron cómo las cocinan para luego dejarlas secar al sol. Por lo visto, 100 obleas las venden a 3 dólares y hacen unas 1500 al día de forma completamente manual.
Wat El Phnom es un hermoso templo ubicado en el lado izquierdo del río Sangkae, el río que cruza la ciudad de Battambang. Es una ruina de la época angkoriana construida como templo hindú en el siglo XI. Aunque está parcialmente derrumbado, conserva algunos bajorrelieves en dinteles y frontones que representan escenas de la mitología hinduista.
Frente a él hay un templo budista lleno de color dorado y de preciosas pinturas. Además de un enorme buda de piedra en el lateral del templo que, de hecho, es lo primero que destaca al llegar. Se trata una estatua de 28 metros de altura que representa a un Buda sentado.
Tras esta visita regresamos a Siem Reap, aunque antes hicimos una parada en la casa familiar del guía, a saludar a su madre, ya que es de la zona y no se ven a menudo.
Después de despedirnos en el hotel de Siem Reap de Chang, nos acomodamos en la misma habitación en la que estuvimos antes de ir a Battambang. Nos la guardaron a petición nuestra y, como era temporada baja, no pusieron ninguna objeción.
Esa tarde nos apuntamos al tuctuc que proporcionaba el hotel para acercarnos al centro, pues teníamos que concluir nuestras compras. Admito que de este viaje apenas traje recuerdos, no hubo nada especial que me llamara la atención. Sin embargo, mi compañera se puso las botas a comprar, sobre todo mochilas, que como en Vietnam están económicas y son de calidad. Al final, reconozco que yo también caí.
Tras hacernos con algunos souvenirs, fuimos a cenar a un restaurante que no quedaba lejos, Changrey Tree que nos recomendó el guía. El sitio es fantástico y la comida buena, pero es bastante caro en comparación, en particular la bebida. Aunque nos dimos un homenaje (bueno, otro) que nos lo merecemos.
Yo me lancé a probar las ranas rellenas de carne de cerdo picado, con especias jemeres, fideos, cacahuetes con salsa de lima y pimienta y salsa de tomate asado y mi amiga el lok lak de ternera. ¡Espectaculares!
En cuanto salimos del restaurante, cogimos un tuctuc, que parecía estar esperándonos en la puerta, y regresamos al hotel.
Día 13 (Viernes 6 de septiembre):
Al ser el último día, teníamos previsto descansar. Así que nos apuntamos a un nuevo paquete en el SPA y disfrutamos de la piscina. Básicamente eso fue lo que hicimos durante la jornada. Incluso comimos en el hotel para no agotarnos con una salida al exterior.
Sin embargo, no os creáis que ahí terminó todo. No. Chang nos reservó, antes de despedirse, la cena en el restaurante Crystal que además está en frente del hotel. Es un restaurante donde fuimos a disfrutar de bailes jemer con música en vivo de instrumentos musicales tradicionales.
El folclore jemer se remonta a más de mil años atrás, a la época angkoriana, cuando era popular entre los reyes y el pueblo.
En el auditorio se presentan cinco actuaciones cada noche:
1. La danza de la bendición: Es la bendición que se daba a los reyes y a los invitados oficiales que visitaban el país.
2. Danza del coco: Se baila en las ceremonias nupciales, en la procesión de los novios. Es altamente rítmico, gracias a los gritos y los golpes de cocos, y expresa la alegría por la vida y la armonía entre los camboyanos.
3. Danza Mekhala: Es una metáfora del bien sobre el mal. La diosa de las aguas, Moni Mekhala, armada con una bola de cristal que lanza rayos, triunfa sobre el demonio Ream Eysaur, cuyo hacha crea truenos. Los dos personajes ilustran la victoria de las lluvias, tan beneficiosas sobre la estación seca y tormentosa.
4. Baile de pescadores. Este baile de entretenimiento rural es una lección de amor y cortesía. Representa de forma exagerada las actitudes de los jóvenes frente al amor. El baile muestra a un tenaz muchacho cortejando a una tímida joven.
5. Danza de Apsaras. Apsaras, diosas de la danza, mitad diosa mitad mujer, son bailarinas celestiales. (Las encontraréis representadas en muchos bajorrelieves en los templos de Angkor). Estos bailes se representaban en ceremonias de ofrendas y celebraciones palaciegas en la era angkoriana. Se dice que nacieron en el momento en que dioses y demonios batían la leche del océano para hacer ambrosía.
Sus poses, agilidad y movimientos circulares simbolizan que pertenecen tanto al cosmos como a la tierra.
Yo, por supuesto, os recomiendo el espectáculo, pero, si me seguís, sabréis que el folclore de las diferentes culturas me fascina. Así que lo dejo a vuestra elección. Sobre el precio, os puedo decir que barato no es teniendo en cuenta los precios camboyanos. El menú más un par de consumiciones para cada una, entre ellas dos cócteles (algo que incrementa el precio), nos salió a las dos a 55 euros (no llega a 30 euros por cabeza). Yo creo que merece la pena.
Día 14 (Sábado 7 de septiembre):
Pues aquí terminó nuestro viaje.
Esa mañana nos dio tiempo a hacer la maleta, darnos un baño en la piscina y comer tranquilamente. A eso de las 16 horas, nuestro conductor vino a buscarnos para llevarnos al aeropuerto.
Nos esperaba un largo viaje, tres vuelos con dos escalas (Bangkok y Dubai) hasta llegar a nuestro destino final: Madrid.
Ahora solo nos queda pensar en el siguiente.
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